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La cultura de espectador, pasiva, de consumo, no es propiamente cultura.
La cultura de espectador, pasiva, de consumo, no es propiamente cultura.
Cultura es tener acceso a realizar una práctica
saludable de artes que son el alimento del alma, en las que se desarrolla la
potencialidad creativa de cada persona y que proporcionan mejores condiciones
para la consecución de la felicidad personal. Se trata de un concepto activo,
no pasivo.
La cultura de especialistas, de celebridades, de espectador
pasivo, no es cultura, es negocio.
Por supuesto en un tal concepto de cultura activa, de
participación, lo principal, aún con ser importante, no es la calidad de lo
producido (Este es el argumento esgrimido por la cultura-negocio para excluir
de la práctica de las artes creativas a la gran cantidad de personas, al
“público”) Lo principal es la satisfacción, la buena salud mental (“corpore
sano in mens sana”) y la felicidad que obtiene el practicante de las artes y su público
allegado e interesado.
Imaginemos que, para la práctica del deporte, se exigiera a
los postulantes unas “marcas” mínimas, una calidad mínima, y se excluyeran de la
práctica a los que no las alcanzaran. Por ejemplo: correr los 100 metros en 12
segundos o saltar un metro sesenta en salto de altura. Ya se viene diciendo
desde hace muchos años en deporte que “lo importante no es ganar sino
participar”.
Por tanto, déjense los defensores de la cultura-negocio de
absurdos criterios de “calidad” aplicables sólo a ellos mismos y faciliten a
todo el mundo la práctica de las artes creativas a todos los niveles, sin usar
argumentos excluyentes.
Sólo piensen en que, para asistir como espectador a la
actuación de un divo con precios de entrada prohibitivos (por los desorbitados
cachés de las celebridades) y que aún así sólo cubren el décimo del gasto
necesario, ha sido preciso extraer el noventa por ciento del dinero restante de
los impuestos que pagamos todos.
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